lunes, 22 de octubre de 2018

El Rey y el mendigo una sabia lección para reflexionar

En unas tierras lejanas, existía un Rey muy sabio y bondadoso; cierto día el rey había salido a pasear por los jardines de su castillo, pero para su sorpresa, junto al camino estaba un mendigo que clamaba a fuerte voz misericordia, ya que tenía días sin comer y no poseía dinero para comprar.
El rey movido a misericordia se acercó a auxiliar a aquel mendigo, pero sabiamente le preguntó; -“¿Qué tienes para ofrecerle a tu rey?” El mendigo sorprendido notó que cargaba un saco de mazorcas que había recogido en el campo, y solamente sacó dos mazorcas de todas las que tenía, para dárselas al rey, pues pensaba que este no tendría necesidad de sus dádivas, pues era un rey y vivía cómodamente en el palacio, saciándose de los mejores manjares.
El Rey ante la actitud miserable del mendigo y para darle una lección por ser tan duro de corazón, mandó a sus sirvientes que le trajesen un saco de monedas de oro e igualmente sacó sólo dos monedas de oro y se las dio al mendigo.
La moraleja de esta historia nos hace reflexionar. “Si el mendigo le hubiese dado, mas mazorcas o todo el saco de mazorcas al rey, hubiese recibido de la misma manera, mas monedas de oro ò todo el saco de monedas.”
Si miramos alrededor, en la televisión, en los periódicos, y en cualquier medio, nos damos cuenta de la pobreza que arropa a muchos países. Vemos la abundante necesidad de la gente, y los que tienen mucho no aportan mucho a esa necesidad porque no da abasto.
Dios no se agrada de la pobreza, ya que él es el dueño del oro y la plata; como lo dice Hageo 2:8 “Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos”.
Lo que pasa es que la humanidad se ha preocupado tanto por recibir y se ha olvidado de dar.
Se han olvidado que Dios no piensa como nosotros. Para nosotros recibir, tenemos primero que dar, pero muchos piensan que es de la forma contraria.
En 2 Corintios 9:6-7 cita un pasaje que debemos estudiarlo:
“Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.”

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